Si bien el concepto de movimiento en principio lo tenemos claro, cuando lo aplicamos al universo y más en concreto a nuestro planeta, hemos de tener en cuenta ese movimiento imperceptible, que nos pasa desapercibido, como el desplazamiento de las placas tectónicas que forman los continentes, o el lentísimo discurrir de los glaciares, por poner un ejemplo.
Pero cuando nos topamos con la complejidad, es otra cosa. Para explicar esta concepto, prefiero recurrir a Edgar Morin, que en su libro Introducción al pensamiento complejo hace esta definición:
"A primera vista la complejidad es un tejido (complexus, lo que está tejido en conjunto) de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados; presenta la paradoja de lo uno y lo múltiple. Al mirar con más atención, la complejidad es efectivamente el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que constituyen nuestro mundo fenoménico. Así es que la complejidad se presenta con los rasgos inquietantes de lo enredado, de lo inextricable, del desorden, la ambigüedad, la incertidumbre. De ahí la necesidad, para el conocimiento, de poner orden en los fenómenos rechazando el desorden, de descartar lo incierto, es decir, de seleccionar los elementos de orden y de certidumbre, de clarificar, distinguir, jerarquizar...Pero tales operaciones, necesarias para la inteligibilidad, corren el riesgo de producir ceguera si eliminan a los otros caracteres de lo complejo"
Bueno, después de dejar aquí este párrafo de Morin, sólo me queda recordar a otro filósofo, esta vez de la antigüedad. Heráclito de Efeso (544-484 a.C. aprox.) que dejó escrito:
"Me he consultado a mí mismo..." Bien, pues hagámoslo, consultémonos a nosotros mismos y a los otros sobre todo esto y muchas cosas más.EL MAR EN GALICIA |
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Nota: Libro de Edgar Morín Introducción al pensamiento complejo, editorial Gedisa 7ª reimpresión, Barcelona 2004