Durante el periodo de tiempo transcurrido entre las dos Guerras Mundiales, políticos, intelectuales y no pocas gentes de bien del entorno europeo y occidental pensaron que la mejor manera de mantener alejada a la que consideraban la bestia infernal del comunismo era unirse y/o apoyar a grupos emergentes como el fascio italiano y el nazismo alemán . No debería hacer falta recordar que el tiro salió por la culata, y nunca mejor dicho, porque no solo hubo que sufrir una guerra como ninguna otra, sino que, como todos sabemos, no se consiguió controlar avance comunista, que acabó dominando la mitad de Europa.
Bueno, pues algo muy parecido ha pasado con el apoyo prestado a dirigentes de dudosa catadura en países como Túnez, Egipto, Argelia, Libia, Yemen...y suma y sigue. Todo ello para mantener alejados del poder a los grupos islámicos, sin hacer ninguna distinción entre moderados y fanáticos, de una manera burda, ciega y poco inteligente. Y desde luego, en nombre de la libertad (y del petróleo). Pues ahí tienen el problema en bandeja, y claro, de las reacciones del mundo occidental es mejor no hablar. Qué aburrimiento.