Acabo de terminar la lectura de Caín, de José Saramago, que como indico en el encabezamiento de esta entrada. es un auténtico tirón de orejas. por decirlo suavemente, al dios de la Biblia, más concretamente al dios del Antiguo Testamento, y una defensa del ser humano en general y de Caín en particular, quien en ese dialogo que mantiene con el dios bíblico durante toda la novela, se muestra mucho más sensato y responsable y menos caprichoso que él.
No es mi intención hacer una crítica del libro, ni mucho menos faltar al respeto a las personas creyentes, que están en todo su derecho de creer en lo que mejor les parezca sin ser criticadas ni censuradas por nadie. Dicho esto, el Antiguo Testamento siempre me ha parecido cargado de violencia e injusticia, y como consecuencia, el dios bíblico un personaje muy alejado de lo que yo creo que debería ser un dios, y mucho más parecido a los veleidosos y contradictorios dioses de la antigüedad griega y romana; por lo tanto, la visión de Saramago me parece oportuna, aguda, lúcida y desprejuiciada. También es verdad que, por algunas críticas que he leído, el libro ha levantado ampollas de todos los colores, pero supongo que el autor ya se imaginaba esto cuando lo escribió. La lucidez es escasa, y el distanciamiento necesario para leer algunas obras también. Mi posición ante las religiones en general y ante la religión cristiana/católica en particular queda muy bien expuesta en este precioso haiku que alguien muy querido me mostró una vez:
Ni budas ni dioses
para mí
vientos de otoño